Gracias a la meditación podemos pisar el freno del día a día y crear un hueco para escucharnos, calmarnos y dejar de arrastrarnos por la inercia. Aprovechando que llevo ya varios meses trabajando estas técnicas me gustaría detallar algunas de las reflexiones más comunes y recurrentes que he vivido en estas sesiones.
De todas estas ideas, si tuviera que elegir solo una, me quedaría con la tormenta de ideas. Esta técnica se utiliza en ciertas áreas para desarrollar conceptos derivados a partir de una idea inicial. Aunque lo más común es encontrar asociaciones lógicas, la parte más interesante de esta técnica pasa por dejarlas de lado. Por ejemplo, pasaríamos de asociar “playa” con “verano” a asociarla con “patatas”, que es el primer concepto que me ha venido a la mente.
El resto de ideas me gustaría organizarlas en dos grandes grupos según si son con uno mismo o con los demás.
Ideas a cerca de uno mismo
Normalmente, tanto durante las prácticas diurnas como durante las nocturnas, el subconsciente nos trae una nube de pensamientos generalmente centrados en temas bastante mundanos como el plan del día, lo que ha hecho cual persona o hasta el estribillo de la canción de turno.
Más allá de esto, como bien explica el instructor Javier Fuentes, aquietar la mente tiene el mismo efecto que dejar que se pose la tierra en el agua sucia en un estanque: Permite ver el fondo con mayor nitidez, tomando distancia y entender mejor el por qué de las cosas. Esta técnica es muy similar a la técnica psicológica de ver los asuntos de uno mismo como si los contara una tercera persona.
Por ejemplo, Pensando en este texto me ha venido a la mente si este texto va a ver la luz o no y, de así serlo, dónde podría encajar mejor. ¿Hago esto por el ego o los likes?, ¿puede ser un texto interesante para terceras personas?, ¿podría estar dedicando mi tiempo a otra cosa?, estas preguntas, que no surgen de la inercia, son claves para poder entender y decidir cómo actuar.
De hecho, en mayor o medida, la base de la mayoría de las filosofías orientales está centrada en el cultivo del desapego y de evitar ser esclavos de nuestras pasiones y posesiones. ¿Realmente tiene sentido echar horas extras para comprar este artículo? La respuesta es diferente en cada caso y para cada persona.
Sólo observando desde la profundidad y la equidistancia se puede experimentar la Libertad. De hecho, mucha de la libertad de la que disfrutamos es ficticia ya que si somos esclavos de imposiciones tanto sociales como biológicas, solamente estamos “reaccionando”, dejando la Libertad como una mera quimera. Así, únicamente aquietando esta mente se puede empezar a vislumbrar el concepto de realidad o, en otras palabras, de “lo que es”, según Jiddu Krishnamurti. Solo pudiendo observar y ver la realidad, “lo que es”, se puede decidir con Libertad.
Una de las herramientas más potentes para ver “lo que es” pasa por entender los símbolos, ya sean externos o del subconsciente. Según la corriente de pensamiento de Jung, los símbolos son uno de los mecanismos mentales más potentes y más directos. Estos están presentes casi en todo, ya sea los sueños como la vigilia: Desde el anillo de mi mano hasta el semáforo, pasando por el cromatismo de la última película de turno o incluso el número de columnas de la Basílica de la Sagrada Familia de Barcelona.
Ideas acerca de los demás
Aunque en un principio el trabajo de las prácticas meditativas está enfocado hacia adentro, es indudable que no vivimos aislados, por lo que no me gustaría terminar esta reflexión sin mirar “afuera”
Mirando hacia adentro, vemos que estamos formados por toda una amalgama de capas, componentes y procesos de diferentes naturalezas. Solamente entendiendo este rompecabezas como un todo se puede empezar a entender el concepto de una persona. De hecho, tal como “yo” soy así de complejo “tú”, al igual que los demás, también lo eres. De hecho, si uno puede influir hacia adentro, también lo hace hacia afuera. Nuestra actitud, nuestros gestos y nuestras palabras impactan en los demás en mayor o menor medida, consciente o inconscientemente como si de una gran campaña de marketing se tratase.
El otro día, por ejemplo, estuve en un centro comercial. Sentado, decidí estirar la espalda, cerrar los ojos y empezar a recitar mentalmente un mantra. Sin moverme e interactuar con nadie, para los demás estaba haciendo “nada”, y esto llamaba la atención. Es decir, en esta sociedad hiperactiva, en la que no podemos dejar de hacer, el simple hecho de no-hacer-nada ya destaca.
¿Extravagante, raro, friki? Sí, y qué. Me da igual. Mientras no se haga daño a nadie es indiferente lo que uno haga o (literalmente) deje de hacer, pero a su vez hasta el no-hacer es hacer. El primer artículo de esta serie se cerraba con la frase de “Tal vez no cambiarás el mundo, pero recuperarás el tuyo”.
Yendo más allá, ver “lo que es” y experimentar la Libertad es el primer paso para recuperar el mundo propio, y a su vez es el primer paso para cambiar, en silencio, el de los demás.

