Todos deseamos tener salud, pero lo cierto es que la enfermedad puede sorprendernos en cualquier momento; desgraciadamente lo estamos comprobando en los últimos meses debido a la pandemia por COVID-19.
Cuando una enfermedad nos golpea es importante no paralizarse y empezar a pensar cómo podemos afrontarla, con qué recursos contamos cada uno.
Podemos influir mucho en el proceso de recuperar la salud; nuestra participación desde el momento del diagnóstico es importantísima.
A continuación te expongo una serie de factores que merece la pena tener en cuenta porque pueden facilitarnos el proceso de recuperación.
Actitud
La actitud es fundamental a la hora de afrontar una enfermedad. Las personas no estamos preparadas para enfrentarnos a la noticia inesperada de que hemos perdido la salud, especialmente si la enfermedad es grave, pero la postura y el talante que adoptes es vital para superar con éxito esta etapa de tu vida.
Lo cierto es que cuando la enfermedad se cruza en nuestro camino, podemos bloquearnos y pasar entonces por diferentes fases como negación, ira, rabia, incertidumbre, miedo, tristeza, etc. Desde esta perspectiva es difícil adoptar una actitud positiva pero es necesario reaccionar pronto y empezar a pensar qué es lo que podemos hacer para superar las dificultades.
Desempeñamos un papel muy importante en la creación de nuestro nivel de salud.
Si, a lo largo del proceso de recuperación, optas por delegar toda la responsabilidad en el médico o el tratamiento, mi opinión es que te faltará un detalle súper importante: tu participación.
Es momento de resurgir de tus cenizas y crecer ante la adversidad. La mente puede ser un gran aliado o el peor de los enemigos. La actitud: tu “as en la manga”.
Una actitud positiva es beneficiosa para el transcurso de la vida en general, pero si además tienes que enfrentarte a situaciones adversas, como puede ser una enfermedad grave, esta actitud se vuelve fundamental porque puede ayudar a que la persona sane antes.
Aceptación y calma
Todo el mundo que vemos está cambiando continuamente: las cosas materiales se desgastan, las personas envejecemos y morimos, el medio ambiente se transforma todo el tiempo. Pero no sólo el mundo físico: nuestra consciencia también cambia a cada momento. Tan pronto estamos felices como tristes; los pensamientos van y vienen cambiando rápidamente.
Todo está en continuo cambio pero nos cuesta aceptar esta realidad, sobre todo cuando lo que tenemos nos gusta y queremos mantenerlo. Nos aferramos (sin ser muy conscientes) a personas y cosas como si fuesen permanentes, sin darnos cuenta que todo tiene fecha de caducidad. Incluso nos aferramos a la salud. Nos creemos invulnerables. Y cuando la perdemos por algún motivo, el mundo se nos cae encima; experimentamos rabia, frustración, dolor…
Cuando aceptas el cambio como algo natural en la vida, dejas de resistirte y por lo tanto de sufrir, porque la resistencia crea sufrimiento. Comienzas entonces a vivir desde la calma.
Pero aceptar lo que nos ocurre no significa bajar los brazos ni darnos por vencidos. Aceptar no es resignarse… Podemos aceptar la vida tal y como se presenta y al mismo tiempo ponernos en marcha para intentar cambiarla.
Pensamientos positivos
¿Eres capaz de reconocer cuáles son tus hábitos de pensamiento? ¿Te centras más en lo positivo o en lo negativo? Observa tus pensamientos y cómo te sientes.
El pensamiento positivo es muy poderoso: puede cambiar tu forma de ver la vida mejorando tu estado de ánimo y, otra cosa muy importante, recuerdo leer un artículo de un prestigioso doctor biólogo celular que aseguraba que los pensamientos pueden influir en tu salud más que los medicamentos.
Los pensamientos positivos sanan y fortalecen la mente. Una mente sana favorece una personalidad equilibrada y desde aquí es más fácil mantener la calma ante las dificultades.
Está claro que una expectación positiva, por sí misma, no garantiza el éxito, pero aumenta la posibilidad de obtener un mejor resultado y, por supuesto, de mejorar la calidad de tu experiencia.
Ser positivo va a favorecer mucho en el proceso de recuperación ante una enfermedad.
Podemos ser artistas y creadores de nuestros pensamientos, pero esto siempre nos parece utópico y muy difícil dado lo complicado que es separarse de las influencias del entorno, ¿verdad? Casi siempre nos vemos condicionados por lo que nos rodea…
Lo cierto es que todos tenemos la libertad y el poder de elegir cómo pensamos y sentimos.
Dirigir nuestra atención hacia la búsqueda de las cosas positivas que nos rodean y hacernos conscientes del valor que tienen en nuestra vida puede proporcionarnos bienestar mental, físico y emocional.
Es cierto que recuperarse de una enfermedad no depende sólo de estos cuatro factores; entran en juego más variables como pueden ser la gravedad de la enfermedad, los síntomas, la genética, el estilo de vida… e incluso a veces depende de recursos económicos, desgraciadamente. Pero lo que está claro es que si, a lo largo del proceso, adoptamos una actitud positiva y mantenemos la ilusión, nuestro camino habrá sido mucho más agradable.